Los precedentes que animaron al gremio de los contadores a vincularse colegiadamente datan desde 1947, cuando se formó la asociación de exalumnos de la Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA), constituida por 37 contadores y cuyo primer presidente fue Wladimiro Galeazzi Mora. En ese mismo tenor, se puso en circulación la revista El Sentido Contable Actual, bautizada así por Ernesto Abad y Soria con la idea de hacer coincidir las siglas de la publicación con las de la misma escuela.
En 1949 existían sólo 6 instituciones de educación superior que impartían la carrera de contaduría a una población escolar cercana a los 5 mil estudiantes. Las de mayor tradición eran la ESCA y la Facultad de Comercio y Administración de la Universidad Nacional Autónoma de México, creadas en 1845 y 1929 respectivamente, años después se sumaron la Escuela de Contaduría del Instituto Tecnológico Autónomo de México (1946) y la Escuela Bancaria y Comercial (1949).
El 26 de mayo de 1945 se publicó la Ley Reglamentaria en Materia de Profesiones para el Distrito y Territorio Federales en el Diario Oficial de la Federación, la cual reguló la constitución y funcionamiento de los colegios profesionales, y fue el detonador para impulsar la creación del Colegio de Contadores Públicos de México, al reconocer a la contaduría como una actividad que requiere de título para ejercerse, entre otras disposiciones. Esta ley fue objeto de una reforma en 1974 para centrar todas sus referencias en el artículo 5 de la Constitución Política de los Estados Unidos de México.
Para entonces, existía ya una larga tradición de autorregulación y autoevaluación dentro del ámbito, al tratarse de la primera profesión en el país en adoptar este tipo de prácticas. Estas nociones habían tomado formas más definidas con la creación, en años anteriores, del Instituto de Contadores Públicos Titulados de México (ICPTM), conocido hoy en día como el Instituto Mexicano de Contadores Públicos (IMCP). En 1949, esta entidad operaba básicamente en la Ciudad de México, de manera que algunos gremios del interior del país, bajo la tutela del ICPTM, mostraron su intención de organizarse localmente para impulsar el desarrollo de la práctica profesional en sus estados. Bajo esta inercia, en 1948 se formó en Monterrey una institución de contadores públicos y, con ello, se dio el primer paso hacia la conversión del ICPTM en un organismo de carácter nacional, que a su vez acogería a otros organismos locales y autónomos del mismo gremio.
La Ley Reglamentaria supuso una controversia en torno a las facultades del ICPTM para representar al gremio en la Ciudad de México y, a su vez, conservar su carácter regulador a escala nacional, lo que derivó en una escisión en dos grupos. Por un lado, los que buscaban la representatividad local y autónoma, quienes fundaron el Colegio de Contadores Públicos y Auditores (CCPA) el 13 de junio de 1949, y otro sector amparado por el ICPTM y su cobertura nacional, quienes formaron el Colegio de Contadores el 20 de junio de ese mismo año.
Gracias a la oportuna intermediación de notables colegas como Roberto Casas Alatriste, Rafael Mancera, Alejandro Hernández de la Portilla, Luis Pastor y Manuel Zumaya, la polémica fue zanjada y ambos colegios se fusionaron el 23 de mayo de 1951. De este modo, los profesionales agrupados en el CCPA se incorporaron al Colegio de Contadores, en su calidad de entidad integradora.
El 20 de junio de 1949 nació el Colegio de Contadores Públicos de México con el propósito de enaltecer y representar a la contaduría pública. El acto de constitución se integró por 133 profesionales que, sumados a los 114 del gremio integrado, conformaron un nutrido conjunto de 247 contadores, de los cuales 7 eran mujeres: María del Carmen Gómez Villacorta, Evangelina Rico Ramírez, Dolora Roldán, Refugio Román, Beatriz Sanabria de Torres, Lydia Tableros Becerril y Josefina Treviño Ordorica. Desde entonces, la equidad de género ha sido una norma que guía a la institución. Con el paso del tiempo, la participación de las mujeres en el interior de la organización se ha ampliado notablemente, gracias al importante y afortunado crecimiento de este grupo en todas las actividades productivas del país.
El espacio que fungió como sede inicial fue en la calle de Dolores 17, en un despacho del 4.° piso. En la escritura constitutiva de 1949 se señalan los objetos del Colegio:
Entre 1954 y 1958 se crearon las primeras comisiones de trabajo para apoyar y fortalecer a la institución desde su interior. En mayo de 1959, debido al trato constante de los agremiados con hombres de negocios, directivos y funcionarios de empresas, nació Dirección y Control , revista editada por el Colegio en colaboración con el IMCP, con el objetivo de dar a conocer los progresos técnicos de la administración de empresas, de la mano de contadores públicos y especialistas en la materia.
Debido a la modificación del Código Fiscal de la Federación, el Colegio asesoró a sus miembros y a la ciudadanía en general sobre los cambios y la inscripción al Registro Federal de Causantes. Esto demostró la capacidad profesional e importancia de la contaduría en la sociedad, lo que derivó en el reconocimiento de la profesión y de los contadores públicos por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).El Colegio participó con frecuencia en eventos internacionales como el VIII Congreso Internacional de Contadores en Nueva York, EUA; la VI Conferencia Internacional de Contabilidad y la Conferencia Internacional sobre Enseñanza de Contabilidad; esta última en Illinois.
A principios de enero de 1967, durante la convención anual de miembros del IMCP, se aceptó la propuesta del Colegio de adoptar como emblema visual el Yin Yang, que significa “el camino a la verdad”. El símbolo fue aprobado y utilizado para dar identidad, representar la transformación y la superación de la contaduría pública, así como para reunir y coordinar los esfuerzos dispersos.
Para mantener la calidad y la competencia de los servicios de los contadores públicos, en 1979 entró en vigor la Norma de Educación Profesional Continua (NEPC), que establecía el cumplimiento voluntario de los miembros del Colegio de una puntuación mínima durante 2 años, con la realización de actividades educativas, para actualizar los conocimientos técnicos.
El 7 de abril de 1980 el gobierno federal donó el terreno de 3,500m2 a favor del Colegio. Al día siguiente, se colocó la primera piedra con la presencia del Lic. Carlos Hank González, regente de la Ciudad de México, y del arquitecto Melchor Rodríguez Caballero. A la inauguración del edificio, en 1982, asistió el entonces presidente de la República, José López Portillo. Las nuevas instalaciones contaron con un salón de usos múltiples de 515 m2, un aula magna para 130 participantes, dos pisos de oficinas, un piso para talleres, servicios, cafetería, biblioteca, áreas de exposición y librería.
Durante los años siguientes, se buscaron formas de organización que permitieran una estructura fuerte y despersonalizada para su control y equilibrio. Por ello, se creó la junta de gobierno, con representación de los sectores docente, empresa, gobierno e independiente. Surgieron las vicepresidencias, las cuales, junto con el presidente, conformaron el comité ejecutivo. Se establecieron reglas para la junta electoral, las comisiones de trabajo y la operación de la junta de honor. Asimismo, se instauró una sección de estudiantes, la entrega de distinciones y el “Premio Carlos Pérez del Toro”.
En 1985 se da un cambio en la revista Dirección y Control para presentar un contenido más ágil, veraz y periodístico en aras de poseer un órgano de información para los socios, no sólo del acontecer del Colegio, sino de la profesión, todo respaldado con el nombre de Veritas (verdad o rectitud en latín).
A raíz del terremoto de 1985, y como una respuesta de ayuda, el Colegio conformó un patronato de solidaridad dedicado a conocer los daños causados a los socios en su ejercicio profesional, instalaciones, equipos y demás. Por otra parte, fungió como auditor externo del comité de vigilancia de los donativos en especie como contribución profesional a una emergencia nacional.
Como parte de la incorporación tecnológica, el Colegio creó un centro de cómputo para la impartición de 13 cursos sobre informática dirigidos a los socios. Se atendió la petición de la Contraloría General de la Federación y del Banco Mundial para capacitar a 400 funcionarios en cuatro entidades del país. En 1992, gracias a la colaboración entre el Colegio, los maestros y los estudiantes de las distintas universidades, se creó la comisión de docencia para atender las necesidades del sector universitario.
En 1993 se institucionalizó el 25 de mayo como el Día del Contador, en conmemoración del examen profesional y obtención del primer título de contador público de México. Ese mismo año, el Colegio realizó la 1.ª Gran Paellada, competencia que premiaba a la mejor paella y que tuvo una gran aceptación por parte de los socios y que posteriormente se fusionaría con la celebración del Día del Contador para convertirse en una tradición.
Como un proyecto especial sobre redes de comunicación y la implementación de internet; en 1998 se desarrolló, en colaboración con el IMCP, el proyecto Contanet, para sistematizar la atención que el Colegio ofrecía a sus socios. Después de algunos meses de pruebas dio inicio la creación de una página digital para informar sobre las funciones de las áreas que la conforman, su infraestructura y servicios.
En 1999 el Colegio celebró sus 50 años, y como parte de la conmemoración, se entregó por primera vez la “Presea Rafael Mancera Ortiz” —establecida como máximo reconocimiento a trayectorias destacadas dentro de la contaduría pública— a los socios fundadores. Más adelante, se reunieron en la residencia oficial de Los Pinos, donde el presidente de la República, Ernesto Zedillo Ponce de León, entregó la presea a los expresidentes del Colegio.
Asimismo, la subcomisión de universidades cambió de nombre a Comité de Integración de Contadores Universitarios para reforzar el acercamiento de los estudiantes al Colegio. Se organizaron los primeros maratones del conocimiento en finanzas, auditoría, contabilidad y costos, en los cuales participaron las universidades más importantes del país.
El primer “Premio al Profesor Distinguido” para reconocer a los contadores con una trayectoria sobresaliente como docentes, se otorgó a Enrique Pastor O´Farril en el 2002 y se develó la Fuente de las universidades, en honor a las instituciones educativas que dieron vida a la carrera en contaduría pública: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Asimismo, se inauguró la Piedra de la cantera, la cual representa la consolidación de la relación entre el Colegio y la Academia de Estudios Fiscales (AEF) de la contaduría pública, institución que coadyuva a los profesionales del ámbito fiscal.
Se consolidó la operación del Centro de Atención y Servicio a Socios (CASS) en 2003 para mantener una comunicación constante y oportuna con la membrecía. Con este servicio, los socios tuvieron acceso a información referente a sus cursos, diplomados y registro de puntajes.
Durante el 2004 se realizó la renovación de la imagen institucional, para adoptarse, un año más tarde, el nuevo logotipo inspirado en diez símbolos formados por las letras “C” y “P”, que a su vez integran el signo de pesos y el símbolo del infinito. El resultado fue un sol azteca que irradia calor, conocimiento y que representa el camino del contador.
Entrado el 2008, como parte de la labor social del Colegio, a causa de las inundaciones en el sur del país, se entregaron 20 casas a familias que perdieron su vivienda en Tabasco, gracias al apoyo de la membrecía y del fideicomiso Proviváh.
En 2009 se llevó a cabo la celebración del 60 aniversario del Colegio, cuyo evento principal fue un concierto de la Orquesta Clásica de México en el Centro Cultural Ollin Yoliztli. A su vez, el gremio celebró 100 años de la primera contadora pública de México, Refugio Román Almonte.
En diciembre de 2010 se ofreció el primer curso en línea: Tratamiento fiscal de extranjeros en México y mexicanos en el extranjero, modalidad que permitió llevar una asignatura al ritmo de cada participante y con disposición durante todo el año. A principios de 2011 inició la presencia del Colegio en redes sociales.
En noviembre de 2012 se inauguró la sede Sur en la colonia Guadalupe Inn para atender a la membrecía con cursos y oficina de servicios, como alternativa para reducir el tiempo de traslado y punto de reunión para las comisiones de trabajo. De igual manera, en 2013 se aperturó la Sede Centro en la colonia Juárez.
Dada la incursión en nuevas áreas técnicas y el papel del gremio en ellas, en 2016 el Colegio organizó el 1.er Foro sobre anticorrupción. Durante el mismo año se trabajó en conjunto con el Servicio de Administración Tributaria y con el Instituto Mexicano del Seguro Social para conocer y difundir nuevos esquemas administrativos y aplicaciones informáticas para el cumplimiento de obligaciones.
Para acrecentar la oferta de capacitación, en 2017 se ofrecieron nuevos temas en diplomados y se aperturó la primera maestría en Administración con enfoque en contribuciones con la colaboración de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM.
Crecimiento y prestigio son los lineamientos que adoptó la institución en 2018 para diversificar las aportaciones de la profesión. Se crearon nuevas comisiones de trabajo, se incluyó una línea de cursos sobre habilidades profesionales para los negocios y se inauguró la maestría en Finanzas, en colaboración con la UNAM.
De igual manera, se estableció la Manifestación en línea de la Norma de Desarrollo Profesional Continuo, para recibir los comprobantes de la manifestación y emitir las constancias digitales por medio de una plataforma; con la implementación de este sistema se evitó el traslado de los socios y se eliminó el uso de papel.
A lo largo de su historia, el Colegio ha logrado consolidar su presencia gracias al intenso desarrollo que se ha alcanzado como gremio y como profesionales individuales, en el sector público y privado, en el espacio corporativo o en el independiente. Prueba de ello es la larga lista de socios destacados que han ocupado diferentes cargos en dichos ámbitos y que han hecho valiosas aportaciones para prestigiar y ennoblecer la profesión.
El Colegio ha estado y seguirá atento a las necesidades y exigencias de cada generación, para adecuar los aspectos que requieran de una actualización periódica para mantener así la línea de continuidad y consistencia que se ha construido sólidamente desde sus orígenes y que se ha fortalecido a través de una actitud abierta al cambio y a la innovación, con el propósito de responder cabalmente a los nuevos desafíos que emergen de la profesión y de los tiempos que se enfrentan. El Colegio refrenda su trayectoria institucional a través de diversas actividades e iniciativas, principios y compromisos que unen a todos sus miembros, a la comunidad de contadores públicos y a la sociedad mexicana en general.
La suma de diversos hechos permitió la fundación del Colegio; gran parte de su creación se debe a la convergencia de esfuerzos y voluntades de aquellos primeros colegas cuyas aportaciones hoy en día resultan invaluables.
Los capítulos de la historia que se han escrito del Colegio desde entonces y los muchos que están por escribirse aún, son motivo de orgullo y entusiasmo; en virtud de que esa experiencia permita cosechar el éxito de numerosos empeños sembrados en el pasado por colegas, a la par de que permita actuar, ahora, con la confianza que se ha heredado para encarar los retos que el futuro entraña.
El Colegio de Contadores Públicos de México honra a los profesionales, quienes le dieron origen en 1949.
Ernesto Abad y Soria, Alberto Acevedo Michaus, Víctor Manuel Aguilar Rivera, Sealtiel Alatriste Ábrego, Italo Altieri Sarubi, Alejandro Arzate y Sánchez, José A. Bracamontes Gálvez, Enrique Carstens Lavista, Alfredo Casanueva Peralta, Rogerio Casas-Alatriste Hernández, Octavio Casas Santiesteban, Enrique Dector Beltrán, Julio del Hiero Palafox, Manuel Durán Silva, Arturo Elizundia Charles, Luis Esteinou Velasco, Wladimiro Galeazzi Mora, Joaquín Gallo Sarlat, Pablo García Guerrero, Alejandro Hernández Alarcón, Sebastián Hinojosa Covarrubias, José Jiménez Olea, Alfonso Louzau Pérez, José Luis Loyo Ahuja, José Ernesto Maldonado González, Javier Mariscal Torres, Alfredo Mendoza López, Rosendo Millán Torres, Gustavo Mondragón Hidalgo, Ricardo Mora Montes, Octavio Olvera Martínez, Antonio Ovando Hernández, Antonio Pariente Algarín, Eduardo Pérez Gavilán Villegas, Eugenio Pérez Gil, Óscar Philibert Mendoza, José Manuel Pintado Nieto, Alejandro Prieto Llorente, José Ramírez Beas, Manuel Resa García, Ernesto Reyes Pérez, Jorge Reza Inclán, Juan José Sampson Menache, Alfonso Stransky Forcada, Lydia Tableros Becerril, Gilberto Torres García, Manuel Tovar y Córdova, Manuel Tuñon García, Nicolás Urquiza Fernández de J., y Martiniano Vaca Mendoza.
Desde su nacimiento, el Colegio de Contadores Públicos de México ha sido encabezado por un destacado contador, en funciones durante dos años, salvo el contador Manuel Zumaya Ochoa, quien ocupó dos periodos. Cada uno de los expresidentes ha contribuido a la evolución y fortalecimiento del Colegio. A través de sus testimonios se sintetizan algunos conceptos cardinales que distinguen cada periodo.